La mente de los seres humanos muchas veces coge más velocidad que la luz, y eso hace que nos perdamos los detalles de la vida.
¿Cuántas veces al día realmente nos damos cuenta de lo que estamos haciendo? Muy pocas. Casi siempre actuamos por inercia y automatizamos nuestros pasos. Ahora mismo, mientras estás leyendo esto, te habías fijado en qué color tiene el fondo? ¿O a qué huele el sitio en el que te encuentras?
No digo que hay que estar pendiente de absolutamente todo, pero en la mayoría de las ocasiones no disfrutamos ni el 50% porque realmente no prestamos atención. Cuando estamos atentos a cada gota que nos cae en la ducha, si está fría o caliente, el olor del champú, la suavidad de la esponja, etc, es cuando de verdad podemos sentir y disfrutar ese tiempo. Normalmente lo hacemos por la obligación de tener una higiene personal y en lugar de pararnos y deleitarnos del momento, nuestra cabeza se entretiene con otros "quehaceres".
¿Cuántas veces vamos por la calle y decimos: "Aiba!. ¿esta farola estaba antes aquí?. Probablemente llevara más años que tú, pero no te habías parado a observarla.
Además, cuando nos centramos en el momento que estamos viviendo, no sólo estamos viviendo en el presente, sino que produce una sensación de calma y tranquilidad.
No sé si vosotros sois de los que no se dan cuenta ni de qué color es la silla en la que están sentados o sois de los que prestan atención de lo que les rodea, pero a mí cada día me gusta más notar cómo mis pulmones se hinchan y deshinchan a cada segundo.